abril 2013 | NotasPoeticas

Sólo la muerte


Hay cementerios solos,
tumbas llenas de huesos sin sonido,
el corazón pasando un túnel
oscuro, oscuro, oscuro,
como un naufragio hacia adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel del alma.

Hay cadáveres,
hay pies de pegajosa losa fría,
hay la muerte en los huesos,
como un sonido puro,
como un ladrido de perro,
saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas,
creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia.

Yo veo, solo, a veces,
ataúdes a vela
zarpar con difuntos pálidos, con mujeres de trenzas muertas,
con panaderos blancos como ángeles,
con niñas pensativas casadas con notarios,
ataúdes subiendo el río vertical de los muertos,
el río morado,
hacia arriba, con las velas hinchadas por el sonido de la muerte,
hinchadas por el sonido silencioso de la muerte.

A lo sonoro llega la muerte
como un zapato sin pie, como un traje sin hombre,
llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo,
llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta.

Sin embargo sus pasos suenan
y su vestido suena, callado como un árbol.

Yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo,
pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas,
de violetas acostumbradas a la tierra,
porque la cara de la muerte es verde,
y la mirada de la muerte es verde,
con la aguda humedad de una hoja de violeta
y su grave color de invierno exasperado.

Pero la muerte va también por el mundo vestida de escoba,
lame el suelo buscando difuntos;
la muerte está en la escoba,
en la lengua de la muerte buscando muertos,
es la aguja de la muerte buscando hilo.

La muerte está en los catres:
en los colchones lentos, en las frazadas negras
vive tendida, y de repente sopla:
sopla un sonido oscuro que hincha sábanas,
y hay camas navegando a un puerto
en donde está esperando, vestida de almirante.

Neruda.

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Muerte


Muerte



He renacido muchas veces, desde el fondo 
de estrellas derrotadas, reconstruyendo el hilo
de las eternidades que poblé con mis manos, 
y ahora voy a morir, sin nada más, con tierra 
sobre mi cuerpo, destinado a ser tierra.

No compré una parcela del cielo que vendían 
los sacerdotes, ni acepté tinieblas
que el metafísico manufacturaba 
para despreocupados poderosos.

Quiero estar en la muerte con los pobres 
que no tuvieron tiempo de estudiarla, 
mientras los apaleaban los que tienen 
el cielo dividido y arreglado.

Tengo lista mi muerte, como un traje 
que me espera, del color que amo, 
de la extensión que busqué inútilmente, 
de la profundidad que necesito.

Cuando el amor gastó su materia evidente 
y la lucha desgrana sus martillos 
en otras manos de agregada fuerza, 
viene a borrar la muerte las señales 
que fueron construyendo tus fronteras.



Neruda.